Los migrantes que se refugiaban en el albergue La Bodega fueron encerrados en ella por policías federales y municipales. Mientras, grupos Beta del Instituto Nacional de Migración rondan a las afueras. Las autoridades aseguran que el encerrarlos en el albergue no es un secuestro, sino que se trata de una invitación a que desalojen el lugar, ya que es un espacio insalubre.
Texto y fotos: Kau Sirenio
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA.- Cae la noche y los ventarrones del pacífico congelan la zona norte de Tijuana. Los migrantes y dos reporteros llevan más de diez horas encerrados en el albergue La Bodega, sin saber qué pasará durante la noche. Mientras que en la calle Michoacán centenares de policías federales y municipales resguardan el inmueble que ocupan los centroamericanos.
La tensión empezó desde temprano cuando arribaron a este lugar policías federales y municipales para desalojar a los habitantes del albergue La Bodega, el pretexto para el operativo fue que, por ser un lugar insalubre, los migrantes estaban en riesgo.
Un integrante de la caravana, Reynero Laines, dijo: “Sabemos que no hay condiciones higiénicas, ellos sabían que los dos establecimientos no reúnen los requisitos mínimos de salubridad, ni este local denominado La Bodega, ni el Barretal”.
No es la primera vez que esto ocurre en La Bodega, más bien ha sido reiterado. La madrugada de 29 de diciembre, centenas de policías acordonaron las calles periféricas del establecimiento para entregar una recomendación que emitió la Comisión Federal para la Protección contra Riesgo Sanitario (Cofepris) para que los migrantes abandonen el lugar por riesgo sanitarios.
En ese operativo se movilizaron grupo beta, policía federal y granaderos de policía municipal, así como miembros de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y la Secretaría de Salud (Ssa). Y a partir de esa fecha se ha hostigado a los integrantes de la caravana centroamericana.
En esta nueva incursión en La Bodega, el comisario de Policía Federal Juan Carlos Morán dijo a los migrantes: “Aunque hay un amparo, a partir de las 12 del día se cierra este lugar. Si después viene un documento, hay que encausarlo con las instancias correspondientes para ver si tiene algún efecto jurídico, que no los engañen”.
Antes de que el funcionario pidiera a los centroamericanos abandonar el local, 40 migrantes de la caravana salieron por su cuenta y abordaron un autobús y se los llevó. Después se supo que los trasladaron a El Barretal.
La respuesta de los migrantes atrincherados la tarde noche en La Bodega la explica Laines: “Pretendemos quedarnos hasta el 24 de enero, si no que antes, cuando llegamos aquí acordamos que fuera por dos meses y esa fecha se cumple el día que ya les señalé”.
Agrega: “Antes de llegar aquí, estábamos vivíamos en la calle, un día vino el padre Alejandro Solalinde a ofrecernos un local para pernoctar mientras avanzábamos con el trámite de visa humanitaria. Nos dijo que dejáramos la calle libre y así lo hicimos”.
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Por el temor de ser detenidos y repatriados a sus países, los migrantes se reagruparon al interior de La Bodega para tomar acuerdos sobre qué hacer ante la presión policiaca y la amenaza de desalojo que se anunció desde temprano.
Los policías bajaron la cortina a eso de las tres de la tarde y de inmediato colocaron sellos de clausurado. Media hora más tarde vino otro sello, dejando a niños, mujeres y dos reporteros encerrados, con la condición de que el que sale ya no entra.
Mientras las hostilidades policiacas seguían en contra de los migrantes en La Bodega, el Instituto Nacional de Migración (Inami) emitió un comunicado en el que se deslindó del operativo de clausura del albergue temporal.
Pero, el comunicado advirtió: “los Grupos Beta del INAMI se mantienen a los alrededores de las instalaciones de los diversos albergues del estado con el objetivo de proporcionar ayuda humanitaria, primeros auxilios, asistencia migratoria, orientación e información a los migrantes que así lo solicitan […] Con estas acciones, el Instituto Nacional de Migración reitera su compromiso de proteger los derechos humanos de los migrantes en territorio nacional, independientemente de su condición migratoria”.
Por su parte los migrantes encerrados leyeron su propio pliego petitorio que hicieron llegar al exterior al pasarlo debajo de la puerta: “Decidimos no abrir las puertas y nadie saldrían hasta las 7 de la mañana”.
Vía redes sociales el abogado (que no se identificó) de los centroamericanos informó que tramitó un amparo en el juzgado de distrito es el folio 32/2019 en contra del desalojo.
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Cada vez que abre su libreta donde lleva el control de los ingresos y egresos del albergue del Ejército de Salvación, el religioso que coordina esta posada refunfuña. El dinero que tiene previsto para pagar la renta, el agua y la luz no le alcanza. El acuerdo que estableció con un tal Héctor (representante del super delegado de Baja California, Jaime Bonilla) no es cumplido por las autoridades.
No sólo eso tiene molesto al pastor Carlos Del Toro, los problemas se acumulan: a un migrante que debía viajar a San Luis Potosí apenas le dieron mil pesos para su pasaje: “No nos han cumplido y tampoco se hacen responsables de sus compromisos” dijo el 27 de diciembre.
Minutos antes de la conversación con el religioso, Héctor dio a conocer que al albergue se les está pagando 500 pesos diarios para que los centroamericanos hospedados en La Bodega se bañen y laven su ropa.
Ese día, el emisario del delegado federal presumió que 20 familias se fueran a rentar, mientras buscan cómo atender a los más de 150 integrantes de la caravana que continúan en este albergue.
“No se van a desalojar, solo estamos viendo que se cumplan las normas de salubridad y que haya orden” le dijo a uno de los migrantes que le pedían explicaciones antes los rumores de un eventual desalojo.
“Un día de estos, voy a convocar a la prensa para contarle todo lo que está pasando con los migrantes” dijo Del Toro al despedir al reportero.
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