Fotografía y video: Mónica González
Texto: Daniela Rea
En 1998, después de la muerte de su padre, Myrna Lazcano migró a Estados Unidos. Ahí conoció a Miguel, su esposo, y ahí, en Manhattan, nacieron sus dos hijas, Michell y Heidi.
Pasaron los años, quince años, y Myrna deseo algo mejor para sus hijas, que crecieran en una casa grande, cada una con su habitación, cerca de su familia, y por eso decidió volver a su país para construir su hogar con los ahorros del trabajo de migrante.
Pero las cosas no salieron bien, fueron estafados con el terreno y comenzaron a sufrir amenazas del crimen organizado. Myrna intentó salvar a sus hijas y las regresó a Estados Unidos, con Miguel su esposo, mientras ella seguía luchando por recuperar su patrimonio. Pasaron casi 3 años sin verse. Desde México, Myrna las imaginaba crecer, madurar, convertirse en adolescentes sin ella.
¿Una migrante sin profesión ni empresa? No merece cruzar a Estados Unidos. La visa le fue rechazada. Entonces, quedó el camino del desierto. Con su teléfono celular Myrna registró el muro que brincó, el rostro de los polleros que la estafaron, sus pasos en la tierra, el vacío y la inmensidad del desierto. El cansancio. La falta de agua. El desmayo. En noviembre del 2015 Myrna fue detenida por la patrulla fronteriza y deportada a México con un castigo que le impedía acercarse a la frontera los próximos diez años. Lejos de sus hijas.
Pero Myrna arriesgó lo que tenía para volver. Volver la esperanza.
Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor y la siguiente frase: “Este trabajo forma parte del proyecto En el Camino, realizado por la Red de Periodistas de a Pie con el apoyo de Open Society Foundations. Conoce más del proyecto aquí: enelcamino.periodistasdeapie.org.mx”