El Viacrucis Migrante logró pasar un cerco policial y avanzar hacia la Ciudad de México, después de estar sitiados durante dos semanas. Por el roce con las autoridades presentaron 138 quejas ante la CNDH. Se espera que este viernes continúen su camino a la capital para exigir seguridad y que cese el hostigamiento del Plan Frontera Sur.
Por Ximena Natera
La mañana del miércoles 15 de abril, los inquilinos del albergue Hermanos en el Camino se reunieron a las seis y media de la mañana en la capilla. La noche anterior los organizadores habían dicho que los miembros del viacrucis subirían a los autobuses para seguir su camino rumbo a la capital, antes del amanecer.
Todavía en total oscuridad, el padre Alejandro Solalinde anunció cambio de planes. Debido a nuevas amenazas por parte de la Policía Federal contra los dueños de la línea de camiones Fitsa, éstos no llegarían. Sin embargo el viacrucis seguiría su camino de la misma manera en que había recorrido ya los 380 kilómetros entre la frontera con Guatemala e Ixtepec: a pie.
“Sus intimidaciones funcionaron de nuevo, pero nosotros tenemos que seguir adelante, nos tienen que escuchar”, dijo Solalinde a los casi 300 migrantes y activistas ahí reunidos.
Por fin, después de permanecer sitiados por agentes migratorios por casi dos semanas, los manifestantes salieron del albergue para continuar con el viacrucis migrante. Llevaban el estómago vacío.
A la caminata se sumaron las religiosas, los voluntarios, observadores de derechos humanos, miembros de la Brigada Internacional de Paz, Amnistía Internacional, la Cruz Roja de Oaxaca, observadores de la CNDH, y el padre Heyman Vásquez, fundador del albergue de Huixtla.
El destino era Juchitán, a 30 kilómetros de distancia, y su objetivo contratar camiones para seguir al Distrito Federal. Lo que no habían logrado desde que salieron de la frontera sur.
A la salida de la ciudad cayó la primera gota de lluvia, que alivió el duro sol del Istmo durante toda la caminata.
Una llamada, realizada por miembros de la CNDH, anunció que el “normal y rutinario” retén migratorio se estaba reinstalando de su sitio común, la carretera federal Ixtepec-La Ventosa, a la carretera que comunica a los municipios El Espinal y Juchitán.
Es decir, el retén migratorio estaba persiguiendo al viacrucis.
Alrededor de la una de la tarde, Solalinde guió a los miembros del viacrucis a la parroquia de El Espinal, en donde convocó a miembros de la sociedad civil, iglesia y colectivos de resistencia civil de la región para discutir las opciones.
Al llamado llegaron miembros de la Sección 22 de la CNTE, la Asamblea Popular de los Pueblos de Juchitán en Defensa del Territorio (APPJ) y un pequeño grupo de Anarquistas que, ante la petición del Viacrucis, entregaron sus “juguetes” (cadenas, cuchillos, machetes) para seguir con la convicción de una demostración de resistencia ciudadana pacífica.
Buscando una estrategia de acción, migrantes, defensores y voluntarios discutieron las opciones claro y directo:
Primera: seguir caminando y enfrentar al INM, que durante las últimas dos semanas había invertido esfuerzos y mucho dinero para evitar el paso de todos y cada uno de ellos.
Segunda: buscar una negociación con el INM, que incluso si resultase favorable a los migrantes del Viacrucis, no solucionaría el verdadero problema que es el Plan Frontera Sur Segura.
Tercera: Retroceder.
Dentro de la pequeña iglesia todos concordaron: Caminar, sólo si es para adelante.
“Esta caminata es de los migrantes, nosotros acompañamos. La lucha, el ser escuchados, solo será efectiva si lo hacemos con dignidad y la frente en alto”, remató Solalinde, aún dentro de la parroquia.
Mientras tanto el retén de migración “rutinario” avanzó sobre la carretera hasta quedar a 1 km de la iglesia. Es decir, persiguió a los manifestantes.
A las cinco en punto el viacrucis salió de la parroquia de El Espinal y formó filas sobre la estrecha carretera.
Las mujeres y niños se ubicaron al centro, luego los rodearon hombres lastimados en la primera cadena y los más fuertes al exterior. Los activistas, defensores, organizadores, feligreses y algunas personas del pueblo formaron una barrera para protegerlos, mientras que los miembros de la sección 22, los anarquistas y miembros de la APPJ crearon un cinturón de protección con la determinación y capacidad de un bulldozer.
-Si se suelta uno nos llevan a todos. ¿Quién se va a soltar?
-¡Nadie!
¿A quién se van a llevar?
-¡A NADIE!
El retén de verificación que, según un boletín de prensa del INM, fue hecho con el propósito de revisar la condición migratoria de los manifestantes, no contó con ningún elemento de Migración, pues los alrededor de 40 agentes migratorios retrocedieron para dar paso a los más de 100 policías federales.
-iYa, ya, ya! –fue la orden, que vino del comandante de los federales, quienes se dirigieron directamente a encapsular la procesión, mientras que los agentes migratorios miraban desde lejos.
–¡Agárrenme a ese negro, que nos lo encargaron!– gritó un comandante de la Policía Federal para referirse a Armando Medina, un activista hondureño refugiado en México, organizador del viacrucis. Un hombre delgado, de estatura mediana y moreno.
Era el miércoles 15 de abril y el viacrucis ya se encontraba en El Espinal, a unos 8 kilómetros de su destino de ese día, Juchitán.
En seguida, un grupo de federales antimotines, se le abalanzó para golpearlo e intentar separarlo de la procesión que avanzaba, apenas unida, en una cadena humana.
Con el quinto puñetazo el “Colocho”, como todos le dicen a Medina, se soltó del grupo y los policías lo arrancaron. Los demás, pese a la orden de no soltarse por nada ni nadie, para evitar detenciones, lo siguieron. El forcejeo duró unos segundos y los migrantes lograron recuperar al “Colocho”.
Al centro del contingente, en el grupo de niños y mujeres, los apretujones comenzaron. Rachel, de tres años, que en las última semanas se había convertido en la voz oficial de las consignas, probablemente porque es la única que recuerda todas a la perfección, cayó al suelo cuando su hermano, Marco de catorce años, la soltó por miedo a asfixiarla.
Los gritos de terror de ambos alertaron a los hombres que caminaban en el círculo exterior, protegiendo a las mujeres y los niños y la recuperaron del suelo.
En la primera fila, uno de los escoltas del padre Alejandro Solalinde abrió un boquete entre la pared de federales que impedía el paso del viacrucis migrante y lo sacó a la fuerza logrando eliminar un poco de presión dentro del contingente.
Del otro lado, el padre Heyman, marchó junto a miembros de la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Educación, aprovecharon el espacio y por unos segundo los federales perdieron terreno, dejando pasar al contingente.
Con la orden de reagruparse, la pared de policías se reinstaló, esta vez sin la solidez necesaria y tras unos minutos de forcejeo el contingente se unió en un último embate que inició desde las últimas líneas y rompió el cerco de granaderos.
Antes de que la policía pudiera recuperar por completo sus posiciones, el coordinador general de delegados del INM, Segismundo Doguin, quien había recibido la marcha con una sonrisa en el rostro, se abalanzó sobre los policías de las últimas líneas y jalándolos de los chalecos y caretas ordenó el repliegue.
En menos de diez minutos, el viacrucis había logrado romper el cerco migratorio que los detuvo durante dos semanas en Oaxaca. El saldo, 30 migrantes heridos.
Asombrados y eufóricos, los casi 300 integrantes del viacrucis migrante observaron cómo los policías, sus patrullas y sus camiones desaparecieron de la avenida dejando solos a un par de agentes de migración.
Por la tarde el viacrucis logró su cometido de ese día, llegar a Juchitán.
El jueves 16 de abril el viacrucis se mantuvo en el Parque Ecológico de Juchitán. Por seguridad, se acordó que nadie saliera del lugar para evitar detenciones.
A lo largo del día, los migrantes y activistas declararon ante la CNDH y presentaron 138 quejas en contra de la policía federal y agentes migratorios por abuso de la fuerza, que esperan se conviertan en denuncias penales.
En la emisión 2015, era la segunda vez que el viacrucis pasaba por Juchitán. Los manifestantes regresaron sobre sus pasos porque desde Ixtepec fue imposible encontrar autobuses para avanzar al Distrito Federal.
Este jueves, el padre Solalinde anunció que les fue concedido un amparo por parte del Juzgado Sexto Federal, con sede en Salina Cruz, Oaxaca, que los protegería (a los casi 300 integrantes) de cualquier intento de las autoridades por detener el contingente. Si el año pasado el viacrucis logró que el gobierno mexicano le otorgara visas humanitarias para cruzar el país, este año y en el contexto del Plan Frontera Segura Sur, los migrantes tuvieron que ampararse contra la acción de la autoridad.
Se espera que este viernes puedan continuar con su cometido.
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