La ruta de los machetes


noviembre 5, 2015

En los límites de Chiapas y Oaxaca, algunos pobladores comenzaron a ver a los migrantes como una forma de tener dinero fácil. Lo que empezó como simples robos, ha escalado a una violencia constante, que incluye abuso sexual y ataques con machetes. Es uno de los saldos del Plan Fronteros Sur: los centroamericanos ya no tiene que llegar a Veracruz o Tamaulipas para conocer el horror de transitar por México.

Por: Ximena Natera

La ruta de los machetes

The road of the Machetes

En los límites de Chiapas y Oaxaca, algunos pobladores comenzaron a ver a los migrantes como una forma de tener dinero fácil. Lo que empezó como simples robos, ha escalado a una violencia constante, que incluye abuso sexual y ataques con machetes. Es uno de los saldos del Plan Fronteros Sur: los centroamericanos ya no tiene que llegar a Veracruz o Tamaulipas para conocer el horror de transitar por México.

Por: Ximena Natera

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 En los límites de Chiapas y Oaxaca, algunos pobladores comenzaron a ver a los migrantes como una forma de tener dinero fácil. Lo que empezó como simples robos, ha escalado a una violencia constante, que incluye abuso sexual y ataques con machetes. Es uno de los saldos del Plan Frontera Sur: los centroamericanos ya no tiene que llegar a Veracruz o Tamaulipas para conocer el horror de transitar por México.

Por: Ximena Natera

Chahuites, Oaxaca.- Los cinco migrantes llegan al albergue pasadas las 6 seis de la tarde. Cojean. La piel de las plantas de los pies les reventó hace horas y la pus de las ampollas está hecha costra en pequeños manchones que se revolvieron con sangre y lodo. La sal del sudor forma figuras blancas en playeras sucias y ralas. El sol del Itsmo dejó en algunos quemaduras de primer grado sobre la cara, hombros y pantorrillas.

Caminaron desde casi dieciséis horas desde Arriaga, en Chiapas, hasta este albergue en Oaxaca. Es un tramo que cubre unos 39 km sobre un horizonte recto y plano, se recorre en menos de 40 minutos con coche y una hora en transporte público. Los migrantes caminan bordeando la carretera, intentando no perderla de vista, intentando no perderse.

Otros apuestan por seguir las vías que llegan hasta Ixtepec, unos 120 kilómetros después de Chahuites. Una opción más dolorosa. El asfalto hirviente y el terreno blando y desigual de los ejidos, que termina por adormecer hasta las pantorrillas, no se compara con la tortura de caminar sobre las vías de durmientes viejos, despostillados y quebradizos. El balastro triturado es peor: las piedras son puntiagudas, filosas, y luego de un rato, en las plantas de los pies se sienten miles de piquetes calientes en cada uno de los pasos.

La mayor desventaja de las vías es que los 39 kilómetros se convierten en más de 50, pues se alejan de la carretera y de las comunidades, suben por los montes y se internan en parajes donde no hay “migra”, ni retenes, pero tampoco hay comida, ni agua, ni a quien pedir ayuda. Es ahí, en los parajes, donde pobladores locales formaron bandas de asaltantes que ven en los migrantes una fuente permanente de dinero fácil.

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Chahuites, como Corazones, Tapanatepec, Niltepec, La Venta, El Espinal y Ciudad Hidalgo habían sido, hasta hace poco, ciudades invisibles para los migrantes que recorrían la zona arriba del tren, en un viaje de entre 8 y 12 horas que terminaba en Ixtepec, Oaxaca. La violencia en esta zona inició hace 14 meses, cuando el gobierno mexicano diseñó una nueva forma de “blindar” la frontera sur del flujo migratorio de Centroamérica hacia México y Estados Unidos. El eje de acción del nombrado Plan Frontera Sur Segura –anunciado, pero inexistente en el papel– se dividió en dos partes: aumentar la vigilancia en toda la zona y bajar a los inmigrantes centroamericanos del lomo del tren.

Para los más vulnerables, los que hacen el viaje con contadas monedas en los bolsillos, bajarse del tren significa caminar por parajes donde sólo hay mayores peligros.

La Fiscalía Especializada en Delitos Cometidos en Contra de Inmigrantes en Ixtepec-Oaxaca investiga más de 250 denuncias de asaltos violentos contra migrantes ocurridos en esta zona desde agosto del 2014. El número de víctimas podría llevar a 600, según los datos del albergue Hermanos en el Camino, aunque los migrantes no denuncian por miedo y desconfianza a las autoridades.

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Denunciar les permitiría conseguir la visa humanitaria que les permite la ley mexicana a las personas en tránsito que sufren algún delito en el país. Pero es un proceso que puede durar meses.

Este año, las autoridades han detenido a dos presuntos asaltantes de migrantes. A uno lo detuvieron con un machete, una pistola y pertenencias que, según las autoridades, eran de migrantes. El otro fue identificado por algunos migrantes en las fotografías que la Fiscalía toma a pobladores y personas que transitan por estos lugares, una práctica que atenta contra la presunción de inocencia de las personas.

Los centroamericanos que llegaron esta tarde al albergue Chauites –un refugio que se abrió este año– alimentan ahora las estadísticas de las organizaciones civiles que denuncian que esta región entre Chiapas y Oaxaca es una promesa de violencia para los migrantes.

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Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor y la siguiente frase: “Este trabajo forma parte del proyecto En el Camino, realizado por la Red de Periodistas de a Pie con el apoyo de Open Society Foundations. Conoce más del proyecto aquí: enelcamino.periodistasdeapie.org.mx”

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Ximena Natera

Soy aspirante a la buena imagen, a la buena crónica, a la buena historia, soy aspirante al buen periodismo. Las historias de horror, miedo e injusticia que vimos y escuchamos a lo largo del camino me dejaron un hoyo en el estómago, la única manera que encuentro para cerrarlo es compartir estas mismas historias una y otra vez, con la esperanza de que la indignación se propague y, como dice el periodista Oscar Martínez, contribuya a iluminar poco a poco las esquinas oscuras.