Las fichas del juego se movieron con el Plan Frontera Sur, anunciado en julio del año pasado por el Gobierno Mexicano. Dos coyotes centroamericanos y uno mexicano relatan cómo han tenido que aumentar el costo del cruce y buscar otras rutas carreteras.
Por: Rodrigo Soberanes
El coyote tomó su teléfono con chip mexicano y llamó pidiendo ayuda a un conocido que estaba fuera del negocio de la trata de migrantes. Los dos niños bajo su responsabilidad debieron notar que estaba preocupado. La cosa no iba bien.
“Habla Carlos, tu amigo de Honduras, ¡el Coyote!, no puedo arreglar el retén de Acayucan (Veracruz). Trabaja conmigo, ve por mí a Coatzacoalcos y me dejas después del retén”, pidió el traficante hondureño con un fingido acento mexicano.
El experimentado coyote del departamento de Cortés, Honduras, tenía por primera vez cierta angustia de no poder seguir adelante. Su tablero se había movido. Había comenzado ya la implementación del programa de control migratorio Frontera Sur.
Los presidentes de Guatemala y México, Otto Pérez Molina y Enrique Peña Nieto echaron a andar ese programa el 7 de julio de 2014, en Chiapas. Días antes el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, había externado en público su preocupación por el tema.
Sin la presencia de los mandatarios de El Salvador y Honduras, dijeron que se trataba de una nueva estrategia regional para “proteger los derechos humanos de los migrantes que ingresan y transitan por México, así como ordenar los cruces internacionales para incrementar el desarrollo y la seguridad de la región”.
Cuando Carlos llamó para pedir ayuda era julio de 2014 y estaba en el bullicio de la estación de autobuses de la sofocante Tapachula, al sur de Chiapas, después de entrar a México por la frontera de Tecúm Umán-Ciudad Hidalgo.
En la aduana sobornó, como asegura haberlo hecho en sus más de 10 años de ser coyote, a las autoridades del Instituto Nacional de Migración. Entró a Tapachula con los niños sin documentos migratorios y llamó a sus contactos en los retenes subsecuentes.
Pero se encontró con un operativo gubernamental que había cambiado las reglas del negocio. Carlos improvisó, hizo más llamadas, pagó más dinero y él y sus tres pequeños clientes llegaron a su destino: Piedras Negras, Coahuila, frontera norte de México.
De acuerdo con los dos testimonios, la migración no se redujo con el operativo Frontera Sur, solo se volvió más caro emigrar desde la región más pobre y violenta del continente.
Así se divide el pastel en este “emporio”
Dos coyotes que llevan migrantes desde Centroamérica hasta Estados Unidos, explican de una manera similar las bases del negocio.
En un Pizza Hot de San Pedro Sula, Honduras, Carlos escampa la mesa, dibuja un circulo imaginario con el dedo y coloca los cubiertos como si fueran las manecillas del reloj.
“De aquí acá son los gastos de comida, transporte y mi ganancia (se mueve muy poco el tenedor hacia la derecha), de aquí acá es el soborno a la ley mexicana (se mueve el cuchillo dos terceras partes de la circunferencia), y de aquí acá es el pago a la delincuencia organizada (se mueve la cuchara el resto)”.
El gran pedazo es para la corrupción en México.
En 2014, antes del Plan Frontera Sur, Carlos cobraba 5 mil dólares por persona, ahora cobra por lo menos 7 mil dólares.
También en Honduras, en la ciudad de El Progreso, en el departamento de Yoro, el coyote “Arturo” aparta su café capuchino de la mesa y dibuja un circulo imaginario con el dedo.
Y narra lo mismo que Carlos. En su círculo quedan el azúcar, el mascabado y su capuchino.
“Así se divide el pastel”, coinciden los dos. “Es un emporio”, dicen.
“Si a los papás yo les pido más (por llevarles sus hijos a Estados Unidos), me van a dar más, y si les pido más, me dan más, y si les pido todavía más, me dan más. Pero si le pasa algo a sus hijos me van a dar dos balas de calibre .45”, afirma Carlos.
“Yo tengo a mis hijos chicos, ya no quiero trabajar en esto y a veces pido desde 9 mil hasta 12 mil dólares para que no me contraten y como sea los consiguen”, dice Arturo.
“La fórmula del precio la ponen las autoridades, va subiendo cada día más. La gente trabaja arduamente para pagar los 7 mil dólares, venden sus casas, sus carros… Sabrá Dios de dónde lo sacan pero lo sacan”, dice Carlos.
El juego del gato y el ratón
Josué es un coyote que vive y trabaja en un pequeño hotel de Puebla, que es el centro de operación de un grupo de unos 20 “polleros, coyotes y guías” y sirve de albergue por unos días a los viajeros que hace la ruta hacia el norte bajo el cuidado de este grupo.
Su trabajo es alimentar a los migrantes, comprar sus pasajes, trasladarlos a la estación de Puebla, embarcarlos y monitorear los viajes por teléfono.
En este tiempo ha visto modificación en la logística del trasiego de personas.
“De Guatemala para acá hay unos 22 retenes de migración de hace un año a la fecha. Desde hace un año fue cuando se puso difícil porque aquí estaban llegando al día una cantidad aproximada de 20. A mí apenas me tumbaron un viaje de cuatro muchachos”, recuerda.
En el hotel se reciben menos personas, pero se hacen más llamadas y se coordina el mismo número de viajes que antes. Se procura que los migrantes sigan pasando por la ruta migratoria de la que Puebla forma parte.
“Los coyotes de Honduras y Guatemala ya casi no vienen. Me los mandan con un guía a Puebla pero ese guía ya debe saber cómo está todo para ver si los trae en autobús o en carro particular. Hay veces en que vienen dos guías con una sola persona. Antes de un retén uno se baja con él, caminan y se vuelven a subir después. Entran acá en Puebla y es lo mismo, aquí yo los agarro y se están unos dos días en lo que entran los depósitos y ya yo sé cómo está todo para allá arriba (…) Todo es una cadena para que vayan pasando. Participan como seis o siete personas para traer a una persona, llámese coyote, pollero o guías”.
Otra de las modificaciones del pasó de migrantes, a raíz del Plan Frontera Sur, es que bajó el uso “La bestia” y se incrementó el uso de autobuses o autos particulares.
Desde Arriaga, Chiapas, lugar insigne donde inicia la ruta migratoria por tren, el activista Carlos Bartolo Solís dice:
“El Plan Frontera sur ha logrado que los migrantes sean más vulnerables. Lo mas preocupante es que los hacen invisibles y los cambios de rutas que los exponen más. Los migrantes ya no toman la bestia, el flujo ha bajado. El transporte publico hace su negocio redondo con ellos aumentándoles el 100 por ciento del pasaje”.
La Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) publicó un informe sobre el Plan Frontera Sur en mayo pasado en el que documentó que “los centroamericanos siguen huyendo hacia el norte en grandes cantidades” pero el filtro ha surtido efecto, pues también han aumentado las detenciones y casi se han duplicado las deportaciones desde México.
“En los tres primeros meses de 2015, México deportó a 39.316 migrantes centroamericanos (…) representa un aumento del 79 por ciento en relación con los meses correspondientes de 2014”, dice el informe, con datos del INM.