Se llama Rocky De la Fuente, empresario, educado “con chilangos” y el primer candidato presidencial de origen mexicano en la historia de Estados Unidos. Dice que es el único capaz de derrotar a Donald Trump. Quién sabe. Mientras lo intenta, envía al magnate el mensaje que los presidentes de América Latina no se atreven: que Trump vaya a insultar… a su 10 de mayo.
No lo detuvo el Partido Republicano. No lo frenaron ni la Casa Blanca ni la canciller de Alemania, Angela Merkel.
Hillary Clinton tampoco alcanzó a derrotarlo en los debates. ¿Quién, entonces, puede defender al mundo de Donald Trump?
“Yo”, responde Roque De la Fuente, empresario exitoso, activista y el primer candidato de origen mexicano a la presidencia de Estados Unidos.
Como si fuera un conocido súper héroe de la televisión mexicana, Rocky De la Fuente, como le gusta que le llamen, asegura que tiene la fórmula para derrotar al enemigo:
Es más ágil en los negocios, porque a diferencia del magnate quien recibió una cuantiosa herencia, el mexicoamericano construyó su imperio de venta de automóviles y desarrollos inmobiliarios desde abajo, cuando todavía era adolescente.
Es más fuerte que el candidato republicano, porque su educación financiera –y de la vida cotidiana- la obtuvo en las calles de Ciudad de México, “entre los chilangos que me hicieron colmilludo”, presume.
Y es más noble que Trump porque conoce muy bien lo que es vivir con el miedo permanente a ser deportado, pues sus padres llegaron sin documentos migratorios a Estados Unidos.
Así, y aunque su escudo no es un corazón sino un poderoso auto deportivo, Rocky participa en la histórica contienda en este 8 de noviembre cuando los estadunidenses eligen a su nuevo presidente.
Lo hizo gracias a que el Partido Reforma lo postuló como su candidato a la Casa Blanca. Roque De la Fuente logró colarse a las boletas electorales de Estados Unidos, y nada más por ello representa un mentís a la agresiva campaña antiinmigrante de Donald Trump.
No contaban con su astucia.
“Que insulte a su… 10 de mayo”
Las leyes electorales de Estados Unidos permiten a cualquier ciudadano que cumpla con algunos requisitos aspirar a ser su presidente.
No se necesita el respaldo de algún partido para contender pero es necesario, por ejemplo, haber nacido en el territorio, tener más de 35 años de edad y haber vivido 14 años seguidos en el país.
Es un primer paso legal, quizá el menos importante. Porque la diferencia es el dinero, la capacidad de moverse en los estados –o las zonas que interesen al candidato- y convencer, primero, a los votantes y después, básico, a los delegados electorales.
Son ellos quienes votan en los consejos locales y al final de la jornada deciden por quién se inclina cada estado.
Una especie de democracia representantiva, distinta a su origen mediterráneo pero con el mismo fondo: gana quien convence a más integrantes del sistema. Y no siempre el elegido es el mejor.
Por eso hay personajes como Donald Trump en la contienda. Y por eso, vaya paradoja, es que también compite una especie de némesis: Rocky De la Fuente. ¿Quién es?
El empresario nació San Diego el 10 de octubre de 1954. Sus padres eran mexicanos que ingresaron a Estados Unidos de forma irregular, y que trabajaban en campos agrícolas como la mayoría de sus paisanos en esa época.
La familia, pues, se movía en ambos lados de la frontera según las oportunidades de empleo que encontraban. Así, Rocky De la Fuente atendió la educación básica en escuelas de ambos países, aunque de acuerdo con su biografía oficial estudió la licenciatura en la Universidad Anáhuac de la capital mexicana.
Fue decisivo. “Fui educado en Ciudad de México, si sobrevives allí puedes hacerla en cualquier parte del mundo”, cuenta.
“En la Ciudad de México aprendes calle, aprendes colmillo, aprendes un poquito de todo, y sobre todo, aprendes a defenderte”.
Rocky empezó su primer negocio a los 12 años de edad: revendía “mi lunch” a sus compañeros de la escuela. Cuando terminó su carrera universitaria regresó a su país natal, para fundar su primer negocio de compra y venta de autos usados.
En pocos años creó una cadena de sucursales en California, Nevada y Florida. Luego empezó a construir conjuntos de casas y mansiones, centros comerciales, edificios, torres monumentales en su país, México, Uruguay, República Dominicana “y pronto Europa”, presume.
Un magnate inmobiliario. Como su rival. “Cuando Trump empezó a insultar a los latinos pero especialmente a los mexicanos, lo tomé personal”, cuenta.
“Estaba esperando que (el presidente Enrique) Peña Nieto saliera a defendernos, que Barack Obama dijera algo o al menos el Rey de España abriera la boca, porque nos atacó a todos”.
“Nadie hizo nada. Fue la motivación número uno por la que decidí lanzarme como candidato, para por lo menos balancear los insultos”.
Fotos tomadas del twitter y sitio de campaña de Roque De La Fuente
Así empezó su campaña, con una certeza: “Alguien tenía que parar a ese señor, si nos insultó una o dos veces lo iba a hacer cinco o cien, como ocurrió”.
Era necesario, dice, recordarle una frase muy mexicana… con sus matices. “Que no se meta con nosotros, que se vaya a insultar a su 10 de mayo. ¿Se entiende, no?”.
“Síganme los buenos”
Ya lo dice un viejo y conocido refrán: si la cuña aprieta es que cojean del mismo pie.
O cuando la cuña aprieta es que están del mismo lado del sistema electoral, como denuncian Trump y De la Fuente, cuando lo dejaron fuera de la convención del Partido Demócrata que eligió a su candidato presidencial.
El empresario mexicano alega que hubo fraude en su contra, como también lo hicieron, jura, contra Bernie Sanders, quien fue obligado a apoyar a Clinton, y cuando lo hace muchos de sus electores dicen que la cuña que esperaban ya no aprieta tanto porque se robaron su elección y de paso la de Rocky…
Bueno, la idea es esa.
El caso es que De la Fuente encontró asilo en el Partido Reforma, una organización que nació en 1995 por iniciativa del excandidato presidencial Ross Perot.
Este político fue uno de los más férreos opositores al Tratado de Libre Comercio, su principal bandera como candidato independiente en la elección presidencial de 1992, que ganó el demócrata Bill Clinton.
Perot consiguió dividir los votos en la contienda e instaló a su organización como el tercer partido más importante de Estados Unidos, capaz de ganar la gubernatura de Minnesota y decenas de posiciones en condados de otros estados.
Incluso en algún momento se acercó a Donald Trump, cuando el magnate de la televisión jugaba con la idea de participar abiertamente en la política.
Cosas de la vida. Ahora su candidato presidencial es alguien muy distinto al republicano, y aunque ciertamente su participación es testimonial, Rocky De la Fuente la ve como el primer piso de un edificio en construcción.
Dentro de 25 años los hispanos, especialmente de origen mexicano, representarán el 30% de la población total de ese país. Y una primera aduana será la elección presidencial de 2020, donde el voto latino será definitivo en el resultado.
Allí es donde espera participar De la Fuente. Y desde ahora, dice, construye la comunidad que lo respaldaría.
Su campaña se realiza en las comunidades donde la población es mayoritariamente latina, pero también se concentra en entrevistas y debates en medios de comunicación.
Su objetivo es, a corto plazo, ganar “uno o dos estados” y si lo consigue puede obligar a que el conteo de votos no sea por los consejeros que gane cada partido, sino por los sufragios de cada estado.
Pero como ciertamente es difícil de conseguir, por ahora se concentra en lo que viene y “a no dejar de caminar, seguir en el proceso”. Dice que le ha ido muy bien, que ahora lo conocen más que al inicio de la campaña y en los años venideros tendrá más popularidad.
A Rocky De la Fuente, pues, lo siguen los buenos.
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