Tras conmemorar el octavo aniversario luctuoso de la masacre de 72 migrantes en un rancho en San Fernando, Tamaulipas, activistas y colectivos de familiares de desaparecidos se reunieron del 24 al 26 de agosto en Guatemala con comités y familiares de migrantes desaparecidos y ejecutados en su tránsito por México para intercambiar experiencias y estrategias de lucha
Video y fotografías: Mónica González
Texto: Ana Lorena Delgadillo*
VIII Aniversario de la masacre de las y los 72 Migrantes from Periodistas de a pie on Vimeo.
Cómo he aprendido a valorar la grandeza de las mujeres ¿Quiénes son ustedes estas mujeres tan grandes? Son un nuevo modelo de mujer, la mujer revolucionaria.
Padre Pedro Pantoja, 24 de agosto de 2018
GUATEMALA.- Los días 24, 25 y 26 de agosto, nos reunimos con comités y familiares de migrantes desaparecidos y ejecutados en su tránsito por México hacia los Estados Unidos en el Segundo Encuentro Regional de Familiares de Migrantes Desparecidos y Ejecutados. Estuvieron presentes también representantes de colectivos de mexicanos y mexicanas desaparecidos. Este encuentro es la continuación de un espacio que nace desde el acompañamiento y que, desde la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho, construimos conjuntamente con familias y otras organizaciones locales.
Es un espacio para reconocer su lucha, para reconocer que son sujetos de derecho que han construido espacios colectivos para verse y hacerse más fuertes, para conversar sobre cómo seguir articulándonos para la búsqueda de los desaparecidos y para la búsqueda de la justicia.
“Somos una hoguera ardiendo por lo que hemos sufrido y porque incendia con nuestro dolor y nuestra esperanza. El incendio es por la búsqueda de justicia, hay un consuelo compartido”, dijo el Padre Pedro Pantoja, al contar una charla que tuvo con una migrante hondureña en el albergue Casa del Migrante de Saltillo. Hablaba frente a familias de Honduras, El Salvador, México y Guatemala. “Ustedes somos nosotros y nosotros somos ustedes”, les dijo.
Era la segunda vez que se lleva a cabo un encuentro con estas características: cuatro países de la región con los más altos índices de violencia y comunes en sus altos niveles de impunidad y corrupción, con cuatro gobiernos que no han dado respuesta a madres, padres, hermanos, hermanas, tías, tíos, primos, primas, hijas e hijos de miles de personas víctimas de desaparición y ejecución, un encuentro donde familias transnacionales se reúnen para identificarse, para organizarse. “Somos un movimiento de esperanza en una lucha regional”, como ellas mismas lo mencionan.
El padre Pantoja, al describir las tragedias que les ha tocado presenciar en su lucha por los derechos por los migrantes, narraba también la desgracia que envuelve al pueblo mexicano: “Hay que comprender la grandeza de cada migrante caído; no solo dañaron a su familia, también causaron un daño a la sociedad. Es como derramar un veneno en el río de la humanidad”. Desde su visión de defensor, al señalar que “cuando dañan a otro, nos dañan a nosotros mismos”, resume el más puro concepto del derecho a defender derechos humanos.
Esa noche, en esa charla de inicio del encuentro, las familias de diferentes países se hermanaron: “Nos estamos organizando como seres humanos; nos reconocemos como un solo pueblo, no como salvadoreños, hondureños, guatemaltecos o mexicanos”.
Las madres respondían a las palabras de Pantoja: “nosotras no sabíamos que teníamos una mujer revolucionaria hasta que nos pasó esto”. Se compartía un dolor y un mismo diagnóstico: “No queremos ni verdad ni justicia, solo queremos a nuestros hijos”; “yo peleo por mi hijo porque era un patojo que no tenía ni valor para matar una gallina”; “peleamos porque nos mataron la inocencia y la honradez de nuestros hijos”.
“Nuestro logo tiene varios colores porque representa que somos de varios países, el espacio hueco representa el hueco que dejaron nuestros familiares”, decían las compañeras de Guatemala al mostrar el trabajo realizan y “la estrategia que hemos construido a partir de reconocer nuestras necesidades vitales: encontrar a nuestros seres queridos, terminar la tortura de no saber dónde están”.
En La 72, migrantes representaron la masacre ocurrida en agosto de 2010 en Tamaulipas
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Algunas cosas han cambiado desde nuestro primer encuentro hace dos años: no se había creado AFAMIDEG, tampoco existía el comité de familiares de migrantes desaparecidos de Guatemala, COFAMICENH, que se formó con familiares que recibieron restos de migrantes ejecutados y encontrados en Cadereyta en 2012 y que ahora documentan casos de desaparición; no existía el Mecanismo de Apoyo Exterior ni la Ley en materia de Desaparición Forzada de Personas en México.
Sin embargo, también hay una constante: los gobiernos no han hecho acciones significativas para buscar a las personas desaparecidas, y la búsqueda la están haciendo las familias: “El gobierno busca y no encuentra porque no le importa, porque no son sus hijos”.
El encuentro les permite intercambiar herramientas de búsqueda, unas debajo de la tierra, en fosas clandestinas, otras en caravanas que rastrean en hospitales, cárceles y albergues para migrantes, otros empujando leyes, protocolos, mesas de trabajo, emplazando a los gobiernos o entre ataúdes y pruebas de ADN.
“Dejen su miedo, si ya nos mataron por dentro qué más nos pueden hacer”, son las palabras de una de las madres que extiende hacia sus compañeras y compañeros su valentía y entre miradas se reflejan, se reconocen y pactan tácitamente, no dejarse solos en la lucha por los suyos.
Todas y todos, a su manera, hacen su búsqueda y se representan unas a otras en ese camino; unas apoyando albergues para migrantes, otros empujando leyes, protocolos, mesas de trabajo, emplazando a los gobiernos o entre ataúdes y pruebas de ADN. Es paradójico y revelador, cómo tanto dolor puede transformarse en tanto amor y solidaridad.
“Estamos luchando por no ser un fantasma”, señalaban las familias cuando se referían a la indiferencia de los estados para llevar a cabo acciones de búsqueda.
“Nadie pidió estar en este lugar”. Pero hoy están aquí, y deciden organizarse. Al hacerlo descubren su propia historia cultural, social, reconocen las estructuras de poder y violencia que les afectan, miran con más claridad a sus gobiernos ineficaces e indolentes. Ustedes somos nosotros y nosotros somos ustedes. El encuentro cumple su misión.
Las conclusiones son sencillas pero profundas: “seguiremos juntas”; “las fronteras no nos separan para buscar a los nuestros y para buscar justicia”; “lo que ustedes hacen en México, buscando entre fosas y empujando leyes, nos representa a nosotras”; “nos damos cuenta que ustedes la tienen más difícil, enfrentan dos gobiernos, el suyo y el nuestro”; “seguiremos buscando hasta encontrarles, y hasta encontrar verdad, justicia y reparación”; “gracias por unir a nuestros sentimientos revolucionarios”.
* Directora de la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho
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