Ante gobiernos rebasados, templos evangélicos habilitan red de albergues para dar cobijo a quienes esperan su turno para ser atendidos por autoridades de Estados Unidos en su trámite de asilo
Texto y fotos: Rocío Gallegos / La Verdad
CIUDAD JUÁREZ.– Apenas termina el servicio religioso y decenas de colchonetas son colocadas frente al altar del templo Solus Christus, que desde hace un mes habilitó su área de oración en un albergue para recibir a migrantes que esperan en la ciudad para cruzar a Estados Unidos en busca de asilo.
Ahí duermen más de 70 hombres y mujeres procedentes de Cuba, sólo una de las mujeres se traslada desde Venezuela.
“Nos abrieron su iglesia, aquí nos sentimos como en casa”, dice Rolando García, un cubano que a finales de enero dejó su país por razones políticas y hace un mes llegó a esta frontera, donde se sumó a una fila de casi 3 mil migrantes en espera de cruzar para llegar a Miami. Aguarda su turno con el número 6944.
Esta iglesia evangélica se convirtió en refugio de migrantes desde la noche del 24 de febrero, cuando sus fieles decidieron abrir sus puertas para recibir a 41 personas, durante el tiempo que dure su trámite migratorio con los Estados Unidos. La cantidad de alojados aumentó con el paso de los días, por el repunte de los que llegan y el abandono que tienen los tres niveles de gobierno en la atención a los migrantes.
“No fue una decisión fácil”, asegura Andrés Barraza, pastor de esta comunidad que tiene su templo en la calle Capulín 6321, en la colonia El Granjero, “pero se nos apachurró el corazón ver a gente durmiendo en la calle, afuera del gimnasio de Bachilleres –habilitado como albergue temporal por el gobierno estatal– porque ya estaba lleno”.
Como esta iglesia hay otras 10 que decidieron abrir sus puertas a los migrantes, dice Enrique Valenzuela, titular de Consejo Estatal de Población, dependencia que opera el Centro de Atención Integral al Migrante en la ciudad.
Algunas de esas instituciones religiosas apenas están habilitando sus inmuebles como albergues temporales, otras que ya daban hospedaje, como El Buen Pastor, ampliaron sus espacios para recibir a más gente, asegura el funcionario.
Además de Solus Christus y El Buen Pastor, también se sumaron a esta red de refugios Alabanzas al Rey, Frontera de Gracia, Pasos de Fe, Aposento Alto, entre otras iglesias.
Las comunidades religiosas brindan asistencia a los migrantes en sus necesidades básicas, como alojamiento temporal, alimentos, agua, ropa y servicios.
“Ellos abren la puerta y en lugar de decir: a ver gobierno, yo te atiendo el albergue, qué me das; ellos te dicen: qué pongo, yo tengo el espacio”, asegura Valenzuela.
“Les hemos dicho que no se cuenta con los recursos etiquetados por parte del gobierno, que tampoco existen programas ni presupuesto para atender esta situación extraordinaria”, agrega el funcionario estatal.
Con esta acción, las comunidades evangélicas en la ciudad se sumaron a la labor que realiza La Casa del Migrante, operada por la Iglesia católica desde hace 39 años, en esta frontera; así como a Casa Anunciación y Mission Global, que forman parte de una red de albergues en El Paso, Texas.
Convierten espacios de oración en dormitorios
“No lo hacemos por obtener recursos del gobierno”, dice José Alfonso Unzueta, pastor de Alabanzas al Rey, donde aún se realizan trabajos para habilitar un dormitorio, una cocina, un comedor y regaderas para migrantes, “damos la mano a quien necesita apoyo”.
Su comunidad religiosa opera en un inmueble sobre la avenida Teófilo Borunda 7871, a unas cuadras del Parque Central. Ahí se trabaja a marchas forzadas para recibir a 50 personas.
En un espacio que se le redujo a su altar se alista un dormitorio, en tanto que en un cuarto de al lado se monta la cocina y el comedor. En el exterior, se habilitan tres regaderas, los baños están justo atrás de las bancas que ocupan los fieles durante las celebraciones religiosas.
“Aquí hemos estado trabajando hasta la una o dos de la mañana, tenemos una semana haciendo las adecuaciones necesarias, esperamos que para el martes ya esté listo este albergue”, dice el pastor Unzueta mientras recorre las obras de lo que será el refugio.
El titular del Consejo Estatal de Población, Enrique Valenzuela, asegura que las autoridades están al pendiente de que quienes vayan a los albergues en iglesias sean personas realmente en condiciones de vulnerabilidad, con extrema necesidad.
Porque hay una buena cantidad de personas con recursos para costearse los gastos propios de la espera en hoteles, asegura el funcionario.
En algunos de esos albergues improvisados en templos, los migrantes duermen en habitaciones con camas literas o en bancas convertidas en espacios para pasar la noche; en otros lugares, sobre colchonetas que se montan y desmontan en las áreas dedicadas a la alabanza y oración.
“Aquí se quieta todo el dormitorio por unas horas para los cultos”, dice el pastor Barraza de Solus Christus, mientras recorre el área del altar donde los propios migrantes reinstalan los colchones y las colchonetas donde pasarán la noche.
Por la celebración del culto dominical, una parte de los colchones se apilaron sobre el techo de los baños y las colchonetas, atrás de una alacena instalada en una bodega contigua a la iglesia, donde también se improvisó una cocina.
Ahí cohabitan 70 migrantes que para evitar conflictos han establecido reglas y horarios para sus comidas –8:00 horas, desayuno; 13:00, comida; y 19:00, la cena–, para bañarse y para el uso del sanitario, donde no deben permanecer más de 10 minutos.
Otras de las disposiciones que deben cumplir es colaborar en equipos de limpieza, vestir “con decoro y respeto”, apagar la luz del dormitorio a las 10 de la noche, no fumar ni ingerir bebidas alcohólicas ni drogas dentro ni en el exterior del inmueble y evitar salir del lugar a partir de las ocho de la noche, “para evitar incidentes de violencia”, se lee en el reglamento que se les entrega por escrito al ingresar.
El pastor asegura que hace un mes recibieron a los migrantes y todavía ninguno de ellos les ha tocado el turno de cruzar a Estados Unidos, espera que eso ocurra esta semana.
“Ya estamos desesperados”, asegura Leonel, de Las Tunas, Cuba, que habita en ese refugio de la colonia Granjero, quien reniega por la incertidumbre de no saber cuándo le darán entrada a territorio estadounidense, a donde quiere llegar en busca de una mejor vida.
Casi en su totalidad, los alojados ahí son cubanos. Estos aseguran que optaron por viajar hasta aquí después de escuchar que Juárez es más segura para solicitar asilo.
Valenzuela, el funcionario estatal, dice que los tiempos de espera se han extendido hasta más de 30 días y estima que los migrantes que apenas van llegando a esta frontera deberán esperar hasta dos meses, considerando la cantidad de personas en fila.
“Conforme se van acumulando en la lista el tiempo de espera será mayor, porque se están acumulando un número importante de migrantes aquí en la ciudad”, afirma.
Fieles amortiguan a gobiernos rebasados
La atención a los migrantes vive su peor crisis en Ciudad Juárez, sin que exista una acción extraordinaria por los gobiernos para atender la situación.
Del Gobierno federal solo se han recibido ayudas en especie, en tanto que el estatal habilitó un albergue temporal en el gimnasio de bachilleres, del que se ha ido desalojando a las personas por eventos programados en el lugar y se ha dedicado a entregar despensas y colchonetas para apoyar a los albergues en templos; en tanto que el Municipio, ofrece ayuda con voluntarios en la Casa del Migrante.
Valenzuela menciona que, desde octubre pasado, a la ciudad han llegado más de 10 mil migrantes, de los cuales más de 6 mil ya pasaron a Estados Unidos, casi 4 mil aún están en la ciudad esperando su turno, pero solo unos mil 500 están en albergues, de los otros no se sabe cuántos permanecen en hoteles o quienes decidieron cruzar de manera ilegal.
La cantidad va en aumento, llegan en promedio unos 110 diarios y solo cruzan 45 porque las autoridades estadounidenses no tienen capacidad para atender a más personas, esto nos genera un embudo aquí, afirma el funcionario.
“Estamos enfrentando los efectos de un problema que no provocamos nosotros, esto se provocó en virtud de otros factores, este es un problema internacional que no parece que vaya a variar, pinta para recrudecerse en los próximos meses”, dice Valenzuela.
El pastor Barraza asegura que los fieles de su comunidad ofrecen su tiempo como voluntarios y financian de su bolsa los servicios que se utilizan en inmueble para la atención de los migrantes y reciben ayuda de la comunidad fronteriza, de Juárez y El Paso, Texas, que aportan comida y ropa.
En esto coindice el pastor Juan Fierro García, de la iglesia el Buen Pastor, que opera desde hace tres años el albergue El Buen Samaritano, ubicado en la calle Isla Esmeralda, de la colonia Luis Echeverría, donde actualmente atienden a 185 migrantes.
Una cantidad casi cuatro veces superior a la cifra de migrantes que tenía a finales de diciembre, cuando su albergue daba cobijo apenas a unas 40 personas, en su mayoría centroamericanos y cubanos.
Los encargados de estos refugios, que lucen abarrotados, coinciden que han recibido despensas del estado y les han dicho que la federación les dará apoyos en especie.
“Es toda una aventura lo que enfrentamos, pero también una gran oportunidad de servicio”, afirma Barraza.
En su comunidad los migrantes colaboran en la cocina, la limpieza, en liderar a los que ahí cohabitan temporalmente y hasta con ‘coperachas’ para completar el costo del gas o falta de algún ingrediente para su comida.
“No nos encuentra el sol ni para levantarnos ni para dormir”, asegura Barraza mientras supervisa la preparación de hamburguesas que ayer se sirvieron como comida en su refugio.
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