Testimonio de una familia que salió de San Pedro Sula el 13 de octubre con la Caravana de Migrantes que intenta cruzar la frontera con México para llegar a Estados Unidos
Texto: Rodrigo Soberanes
Fotografía: Javier García
TECÚN UMÁN, GUATEMALA.- La pequeña Soane y sus hermanos comprendieron que su país no sirve para vivir y le dijeron su mamá, Blanca Serrano, que estaban de acuerdo con ella en unirse a la caravana de migrantes de la que se hablaba en su natal San Pedro Sula, Honduras.
Al día siguiente estaban camino a Guatemala junto a miles de connacionales suyos y casi una semana después están a unos metros de la frontera con México donde piensan que podrán entrar para no volver a su país.
Blanca Serrano es madre soltera de un hijo de 10 años y dos hijas de siete y tres años. Los últimos tiempos los pasó vendiendo aguas de sabor en el sórdido mercado de San Pedro Sula viviendo un mundo donde cada comerciante o transportista tiene que rendir cuotas a alguna de las pandillas que dominan la que alguna vez fue una pujante ciudad que en lugar de expulsar migrantes, los atraía.
“Imagínese de dónde venimos, ¡venimos de Honduras!”, exclamó Blanca Serrano, quien buscaba las palabras precisas para definir lo que es hoy su país, un lugar que hasta su hija de tres años ve como una tierra de la que hay que irse.
“La niña chiquita me dijo: ‘vámonos lejos’”, contó la mamá desde la plaza central de Tecún Umán, donde más de mil migrantes espera al resto de la llamada Caravana de Migrantes que salió desde San Pedro Sula.
Su otra hija estaba de acuerdo y también dio su visto bueno para la travesía. “Vámonos para el otro lado”, opinó la niña de 10 años. Y al mayor no fue necesario pedirle su parecer porque está en la condición más propicia para que alguna pandilla intente reclutarlo.
La familia Serrano pasó todo el día en la plaza pública de esta cuidad fronteriza guatemalteca, donde los migrantes vieron cómo fue aumentando la presencia policial y escucharon además que un grupo de granaderos de México se había colocado en el puente migratorio, lo cual era verdad.
Mientras tanto, la Policía Nacional de Honduras cerró las rejas de su lado del puente internacional y cada persona que intentaba cruzar debía explicarle el motivo de su salida a un oficial que, en caso de acceder, habría la puerta como si fuera la de una cada y después la cerraba.
En la plaza, los ojos de la familia Serrano también vieron cómo el contingente fue aumentando por la constante llegada de pequeños grupos que hacían su arribo en autobuses procedentes de la Ciudad de Guatemala, capital del país centroamericano.
Y mientras el número de migrantes crece, también aumenta el número de medios de comunicación que llegan a cubrir la noticia de la Caravana y de personas que ofrecen ayuda humanitaria. También hizo presencia el cuerpo de paramédicos de la Cruz Roja de Guatemala para encargarse de curar herirías en las plantas de los pies principalmente, tanto en menores de edad como en personas adultas.
Mientras tanto, del otro lado del río, la Policía Federal reforzó su presencia con más elementos y los desplegó por primera vez desde el inicio de la contingencia, en las orillas del río Suchiate, donde cada día cruzan centenares de personas que emigran o van a México a comprar mercancías.
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