El Auditorio Benito Juárez de Guadalajara ya recibe a la Caravana Migrante. Mientras el gobierno ha montado un cerco policiaco “de protección” alrededor de una labor humanitaria, los refugiados que ya comenzaron a llegar han encontrado muestras de solidaridad
Texto y fotos: Darwin Franco / ZonaDocs
GUADALAJARA, JALISCO.- La edad que separa a Celina de Ana son escasos cuatro años. La primera ha recorrido, junto con sus padres, seis estados del país con la Caravana Migrante que salió de Honduras el 13 de octubre; la segunda, vive en Tonalá, Jalisco, y junto con madre y abuelos acudió al llamado de solidaridad con un par de charolas de pan que ofrecieron a los primeros migrantes que arribaron a Jalisco.
Celina de tres años y medio es muy sociable. Sonríe y abraza a todo mundo y, según narran sus padres, María y Kenny; así lo ha hecho desde que salieron de Ocotal, Nicaragua, junto con un grupo amplio de nicaragüenses que al escuchar de la Caravana Migrante, no lo pensaron dos veces y salieron de su país cansados de la violencia y de vivir con el poco dinero que les quedaba después de pagarle a la “Mara” un porcentaje de su sueldo para recibir seguridad.
La realidad de la familia de Ana, quizá, no sea tan distinta porque vive en uno de los municipios con mayor grado de marginalidad e inseguridad en Jalisco; por ello, su familia tampoco lo pensó dos veces y cuando escucharon a unos policías decir que la Caravana estaba por llegar a Jalisco, agarraron parte de los ahorros para salir a comprar pan para alivianarles el paso a los migrantes.
Ana había visto en las noticias que en la Caravana había muchos niños como ella y el primer grupo de avanzada que llegó a Jalisco, no la defraudó; ya que en éste muchos eran los niños que acompañaban a sus padres en la travesía de llegar a los Estados Unidos. De acuerdo con la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación, en los cuatro primeros meses de 2018, México repatrió a 9 mil 990 niños, de éstos 4 mil 921 viajaban solos; por ello, la Caravana Migrante significó para muchos padres una oportunidad única para viajar en familia sin tantos riesgos.
Ana pidió a María y Kenny permiso para abrazar a su hija; Celina pronto bajó de la carreola donde ha viajado desde su natal Nicaragua y corrió con sus brazos abiertos. Ana la cargó y no pudo contener el llanto. Confesó después que lo hizo porque se imaginó lo que sería para ella y su familia, el salir de casa abandonando todo lo que hasta ahora conoce. Celina fue práctica cuando se percató de que Ana estaba llorando, y le dijo: “Tranquila, no llores: Yo contenta, yo contenta”, y así que fue como se tejió una empatía entre ambas. Un reconocimiento de que no hay diferencias.
Durante el tiempo en que la Caravana Migrante estuvo esperando la llegada de los camiones que los trasladaría al refugio del Auditorio Benito Juárez Ana abrazó una y otra vez a Celina hasta que tuvieron que despedirse. Al final, sus miradas reflejaban la empatía que muchos de los migrantes reconocieron de una buena parte de la población mexicana. En el camino han encontrado a personas que, como Ana, han ofrecido pan y abrazos a quienes llevan ya un mes fuera de casa.
Resguardados y bajo custodia
El Auditorio Benito Juárez era un búnker, cuadras a la redonda estaba rodeado por mallas de seguridad y por centenas de policías de la Fuerza Única Jalisco. El lugar adecuado para albergar a la Caravana Migrante tenía más pinta de un operativo policíaco que de un cerco de protección alrededor de una labor humanitaria.
Muchos migrantes deseaban salir a alguna tienda a comprar cigarros o a poner tiempo aire para sus celulares. Tenían la urgencia de hablar con los suyos para decirles dónde estaban y que estaban bien.
Después de las presiones, salir del albergue comenzó a ser posible pero sólo con la escolta de algún elemento de la Fiscalía General de Jalisco.
“Oiga mae, pero si somos migrantes, no delincuentes porque debemos ir custodiados”, dijo un joven que insistía en su derecho al libre tránsito. Algunos optaron por salir con compañía porque era más fuerte la urgencia de avisar a su familia que estar peleando con algunos oficiales que sólo repetían que “esa había sido la orden”.
Conforme fueron pasando las horas, los migrantes lograron salir sin compañía, pero el cerco de seguridad se organizó de tal manera que sólo hubiera un punto de acceso y salida del Auditorio Benito Juárez, lugar que hace escasos días albergó a “Las Fiestas de Octubre” y que en estos días será el refugio de más de 5 mil migrantes que ya vienen camino a Guadalajara desde Querétaro e Irapuato. Los que llegaron el 10 de noviembre, fueron poco más de 500 migrantes.
En el sitio, quienes fueron el grupo de avanzada pudieron comer, bañarse, descansar e, incluso, encontrar el momento de inspiración… como un grupo de hondureños que con guitarra en mano modificaron la canción ranchera La Puerta Negra: “Ya está cerrada con 100 candados y remachada allá en la frontera… porque Donald Trump está muy bravo y tiene miedo que yo le entra… dile por ahí a tus camaradas que la Caravana está muy cerca y que sí pensaba en detenerla, pues México nos lleva más cerca… La mayoría nos están apoyando para poder llegar a la frontera… así que por muy bravos que ahí se pongan, la atravesaremos de todas maneras…”.
Se prevé que la Caravana Migrante esté en Guadalajara hasta esta semana, y de aquí deberán seguir por la ruta Occidente-Pacífico cuya primera parada sería Tepic, Nayarit; sin embargo, algunos decidieron seguir su camino y viajaron a este estado en las primeras horas del domingo, 11.
El recorrido que les espera hasta Tijuana, Baja California, es todavía de 2 mil 335 kilómetros.
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