Video: Mónica González
Texto: Alberto Nájar
El restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos provocó la salida de miles de cubanos que temen perder los privilegios migratorios que han gozado por décadas. Aquí la historia del éxodo que, por primera vez en la historia, cuidaron cuatro países para asegurar su éxito
Yoani Sánchez, la polémica periodista que se opone al régimen de los hermanos Raúl y Fidel Castro, no se cansa de repetirlo en Twitter: la mayor crisis de Cuba no está en la isla sino en Turbo, un pequeño pueblo en la frontera entre Colombia y Panamá.
Allí se han concentrado cientos de cubanos que abandonaron la isla por temor a perder sus privilegios migratorios por el deshielo diplomático con Estados Unidos.
Ellos representan la etapa más reciente de un proceso que empezó a mediados de 2015, y que en los primeros meses de este año protagonizaron la más inédita oleada migratoria en las últimas décadas.
Porque a diferencia de millones de mexicanos, centroamericanos y ahora también haitianos y africanos que viajaron clandestinamente a Estados Unidos y encontraron violencia, muros y racismo en su periplo, los cubanos contaron con la protección de cuatro países que cuidaron su viaje.
El éxodo isleño empezó después que los presidentes Barack Obama y Raúl Castro reiniciaron los vínculos que se rompieron en 1959. En las décadas siguientes la Casa Blanca alentó la salida clandestina de miles de cubanos a quienes les bastaba pisar suelo estadunidense para convertirse en ciudadanos.
Eso puede esfumarse en cualquier momento tras el deshielo diplomático, y por eso familias enteras viajaron a Ecuador –país que en 2015 no les solicitaba visa- para moverse después por tierra a Estados Unidos.
Pero en diciembre de ese año el gobierno de Nicaragua, molesto por una sentencia desfavorable de la Corte Internacional de Justicia sobre un conflicto territorial con Costa Rica, cerró las puertas a los cubanos.
Lo que siguió fue una negociación política de alto nivel. El Departamento de Estado “convenció” a los gobiernos de Costa Rica, El Salvador y México de establecer un puente aéreo para trasladar a los cubanos varados en Centroamérica.
Las autoridades mexicanas les entregaron oficios de salida que les permitieron cruzar su territorio sin problemas, y entregarse después a las autoridades migratorias estadunidenses.
Una decisión severamente criticada en su momento, pero que concluyó con el último cubano que descendió del avión fletado desde Costa Rica.
Este beneficio ya no lo alcanzaron los cubanos varados en Turbo, Colombia, a quienes nadie, ni La Habana, Bogotá ni mucho menos México parecen importarles.
Mucho menos éste país. A partir de agosto el gobierno mexicano empezó a deportar a Cuba a los inmigrantes irregulares que atrapa en su territorio.
La historia de esta inédita oleada migratoria la cuenta Mónica González, la única periodista mexicana que caminó con los cubanos que cruzaron medio continente para encontrar su nueva casa.
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