Las autoridades municipales y estatales ha convertido el deportivo habilitado como albergue para la Caravana Migrante en un gueto dentro de la ciudad
Texto y fotos: Javier García
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA: El boletín de comunicación social de gobierno municipal, fechado el lunes 19 de noviembre -un día después de la marcha en contra de la presencia de los migrantes centroamericanos en esta ciudad- pasó desapercibido:
“Van 34 integrantes de la Caravana Migrante arrestados, por posesión de droga, riñas y ultrajes a la autoridad. Tras ser sorprendidas dichas personas fueron remitidas a juez municipal para posteriormente ser puestos a disposición del INM.”
El siguiente boletín, del martes 20 de noviembre, tampoco trascendió: “Arrestan a 53 centroamericanos de la Caravana Migrante. Al ser sorprendidos en posición de droga, embriagándose en la vía pública, participando en riñas y por ultrajes a la autoridad”.
Días antes, el 17 de noviembre, el presidente municipal, Juan Manuel Gastélum, convocó a la ciudadanía a manifestarse con “respeto y paz” a través de su cuenta de Facebook personal. No comentó la causa de la convocatoria, a la que le puso, hora y lugar, pero todo mundo sabía que era la de los grupos antimigrantes.
Por esos días, también, la Comisión de Derechos Humanos del Noroeste denunció ante el Consejo Nacional de Prevención contra la Discriminación a los gobiernos federal, estatal y municipal por comentarios amenazantes y discriminatorios a la Caravana Migrante.
Es ese marco institucional lo que rodea en estos días el rechazo de los tijuanenses a la presencia de miles de refugiados centroamericanos en esta ciudad, la última frontera con Estados Unidos. Y lo que ha permitido, también, una serie de acciones arbitrarias por parte de las autoridades.
* * *
El deportivo Benito Juárez ha sido una pieza importante para una de las zonas de mayor marginación en la ciudad: la Zona Norte del centro. Ahora, ha pasado a ser en unos días un lugar más parecido a un refugio para los migrantes que han salido huyendo de sus países de origen.
Este miércoles 21, parecía otro día más de espera en el deportivo. Durante la madrugada llegaron aproximadamente mil 200 personas que habían caminado más de 14 horas hasta La Rumorosa.
El reloj marcaba las 9:40 de la mañana cuando se permitió el paso a los medios al deportivo-albergue. Todo transcurría en la normalidad de la espera. Pero de pronto, dos policías y cuatro migrantes cruzaron el campo de beisbol hacia la salida. Los comentarios y las miradas se dirigieron a ellos.
— Otra vez se llevan a la gente los policías.
— ¿A dónde?
— Se meten (los policías), dicen que vienen a cuidar y se llevan dos o tres muchachos y los acusan de mariguaneros.
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Fuera del albergue, grupo de migrantes rodea a los detenidos esposados y custodiados por un policía mal encarado y otro con cara de sorpresa. El griterío era general:
— ¿Dónde están las pruebas? ¿Quién los acusa?
— ¡Es falso!, ellos estaban llegando.
— Nos quieren intimidar para deportarnos a todos. No permitiremos que se los lleven.
— ¡Suéltenlos!, ellos no hicieron nada.
— ¡Suéltenlos, suéltenlos, suéltenlos!
Llega el grupo BETA y una camioneta de la policía municipal. Se arma el jaloneo y los empujones. Un policía acusa a los migrantes: “ustedes lo que quieren es impunidad, quieren hacer lo que quieran”. Los migrantes responden: “no se los llevaran, muéstrenos las pruebas”.
Forman una barrera y los policías sólo alcanzan a subir en la camioneta a dos de los migrantes; los otros se desplazan lejos de la policía rodeados por sus compañeros de la caravana, mientras un agente los sujeta de las esposas.
Los gritos atraen a los reporteros de diversos medios; con celulares y micrófonos en mano interrogan a dos de los detenidos. Después se dirigen al policía a cargo que se niega a hablar. Los gritos siguen y alguien jala a los detenidos y los impulsa a no dejarse. Es inútil el forcejeo de la policía por subirlos a la camioneta. Los dos chicos, uno de 20 y otro de 24 años, logran regresar — esposados aún — al albergue.
* * *
Afuera, la gente intenta liberar a los otros dos migrantes. Al lugar llega el director de la Policía municipal de Tijuana, Mario Martínez, para controlar la situación, sacar a los agentes de la bola y llevarse a los detenidos. Promete dar la información de lo ocurrido, pero no se informa nada hasta pasada la media noche.
Durante la mañana, en una reunión con empresarios de Tijuana, el mismo director de la policía afirma que 75 por ciento de los integrantes de la caravana son “malandros” y la mayoría consume drogas.
¿Las pruebas? No presenta ninguna.
* * *
Christian Hernández y Michael Osorio, los migrantes que lograron evitar la detención y regresar al albergue están molestos, tristes. Dicen que no es opción quedarse en México. Que los medios de comunicación tienen que hablar sobre los que ellos son, lo que piden, solo quieren llegar a Estados Unidos.
Al ser detenidos dentro del albergue, uno lavaba un pantalón, otro buscaba donde dormir junto a sus compañeros. Un grupo de defensores de derechos humanos logró liberarlos de las esposas, pero están temerosos de ser nuevamente detenidos.
Tratan de descansar en el deportivo que de la noche a la mañana se convirtió en albergue, un día después en refugio y, ahora, ante la presencia de más de 4 mil migrantes, está a punto de ser un gueto.
El gobernador de #BC @KIKOVEGA_ pide que se reoriene la #CaravanaMigrante a otros lados de la frontera. pic.twitter.com/az2zTkuxwl
— PdP / Pie de Página (@PdPagina) 21 de noviembre de 2018
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Tags: caravana migrante, Exodo hondureño, Tijuana