El éxodo que ahora vive México no empezó con las caravanas sino que, en el caso de Honduras, tiene orígenes políticos y de delincuencia. Y no va a parar. En entrevista, el sacerdote jesuita Ismael Moreno da pistas para entender la nueva oleada que se acerca desde el sur
Texto: Rodrigo Soberanes Santín
Foto: Javier García
Honduras tiene seis millones de personas listas para emigrar, como lo han hecho cerca de nueve mil integrantes de dos caravanas que salieron de ese país en condiciones de desplazamiento forzado y entraron a México entre cercos policiales, dando forma a un éxodo.
Ésa es una estimación del sacerdote jesuita, Ismael Moreno, conocido como el Padre Melo, quien es una de las caras opositoras más visibles de Honduras y profundo conocedor del fenómeno migratorio de su país, como director del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC) y Radio Progreso.
El fenómeno migratorio sin precedentes que ha llamado la atención del mundo entero las últimas semanas comenzó, según el especialista, desde 2009 con el golpe de estado contra el entonces presidente Mel Zelaya, sustituido por Manuel Micheletti, avalado por los grupos empresariales y más conservadores del país.
“La caravana es la expresión de una olla de presión que lleva muchos años, al menos después del golpe de estado de 2009 y es la expresión de desesperación de un pueblo que no encuentra soluciones en el país”, señaló el Padre Melo en una entrevista telefónica con Pie de Página.
De acuerdo con los cálculos del ERIC, de los nueve millones de habitantes que tiene Honduras, un millón ya emigró a Estados Unidos principalmente; dos millones alcanzan un estilo de vida sostenible dentro del país a través de empleos bien remunerados o puestos en la burocracia, y los otros seis millones son personas que viven las mismas circunstancias que las nueve mil personas que protagonizan hoy el Éxodo Hondureño.
“Tenemos seis millones con problemas frontales con el empleo, la salud, la vivienda y la educación. Son los que no soportan, y dentro de ellos están los compatriotas que emigran”, añadió el religioso.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) colocó a Honduras como uno de los países más pobres del continente, con el 67.4 de personas viviendo en condición de pobreza (México tiene el 45.5 por ciento).
Según el Centro de Estudios para la Democracia, la organización intibucana de mujeres Las Hormigas y el Centro de Estudios para la Mujer concluyeron, en 2017, que el 23.3 por ciento de los hondureños viven en pobreza extrema.
Por eso hay miles de personas en dos caravanas humanas -conformadas en cerca del 30 por ciento por niñas y niños según estimados de albergues de migrantes en los que van pasando- durmiendo en plazas públicas y comiendo lo que la población y organizaciones les ofrecen, con la intención de llegar a Estados Unidos.
Allí les espera un contingente de 5,200 soldados para impedirles el paso, según anunció este lunes el gobierno estadounidense.
Desde febrero de este año, el Foro Nacional para la Migraciones en Honduras y la Pastoral de Movilidad Humana informaron que diariamente más de 300 migrantes hondureños salían del país rumbo a México o Estados Unidos, y según Rita Santamaría, periodista de Radio Progreso, se calcula que esa cifra ya rondaba los 500 antes del inicio de la Caravana Migrante.
Las personas migrantes que van en la primer caravana que salió de San Pedro Sula el 13 de octubre han esparcido sus testimonios sobre las extremas dificultades que hay para sobrevivir en Honduras, y que sólo necesitaron unos mensajes anónimos de WhatsApp y Facebook donde se convocaba a la Caravana Migrante para tomar una mochila y salir con el contingente hacia el norte.
“La caravana en Honduras es un fenómeno social liderado por miles de pobladores empobrecidos que se manifiesta en amplias y masivas caravanas espontáneas e improvisadas sin más organización que la que aconseja la supervivencia”, opinó el Padre Melo.
Después de más de mil kilómetros de trayecto y del cruce de dos fronteras, la Caravana Migrante cruzó el estado de Chiapas enfrentando un último cerco formado por cientos de elementos de la Policía Federal y ahora descansa en Oaxaca. Más de medio mes de imágenes impactantes semejantes de los de campos de concentración y éxodos de pueblos desplazados.
Desde Honduras, el Padre Melo contó que esas imágenes han despertado un sentimiento de solidaridad “pero también de mucha preocupación y angustia porque mucha gente dentro de los seis millones, se siente reflejada en esta decisión de nuestros hermanos y hermanas que ya emigraron”.
El religioso reiteró que el ambiente actual de Honduras asemeja a “olla de presión” que está comenzando a estallar y si el panorama no cambia con el cuestionado gobierno de Juan Orlando Hernández, la diáspora hondureña seguirá, con miles de menores de edad -incluyendo recién nacidos y mujeres con embarazos avanzados- lanzándose a la ruta migratoria.
En el caso de Honduras, a diferencia de Nicaragua, no se percibe que la población pueda movilizarse hacia el interior para intentar cambiar el rumbo político y social del país, sino un impulso constante de salir, acuñando la frase: “Honduras no sirve para vivir”.
“Muchos están pensando si no serán ellos los siguientes en agarrar sus cositas y salir en camino hacia el norte. Nosotros lo que desearíamos es que el sentimiento de desesperanza fuese un sentimiento de lucha, de organización y de enfrentar dentro de Honduras a los sectores que son inmediatos responsables de esa angustia, sin embargo, cuando la gente expresa eso, lo que está diciendo es `yo amo a mi país pero mi país no me quiere´”, lamentó el Padre Melo.
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