José Vidal, salvadoreño de 22 años de edad, se ha convertido en el “vendedor estrella” de cigarrillos en la segunda Caravana Migrante que avanza por Oaxaca. Una de las miles de historias en el éxodo que desde el sur se acerca a Ciudad de México
Texto y fotos: Diana Manzo / Página 3
TAPANATEPEC, OAXACA.- José Vidal camina entre la segunda Caravana Migrante que se toma una pausa para descansar en este pueblo. Casi a cada paso repite su pregón: “¡Cigarros! ¡De a 2 pesos o 3 por cinco pesos! ¡Llévele, llévele!”.
Ésta es su vida en los últimos diez días, cuando salió de El Salvador hacia Estados Unidos con un solo objetivo: mejorar su vida. El trayecto ha sido difícil y los pocos pesos que traía se le terminaron.
José tiene 22 años de edad. Ha caminado largas horas desde que ingresó el pasado 26 de octubre a México. Desde entonces no ha descansado. Empezó pidiendo monedas en los cruceros y después decidió vender cigarros para juntar otros pesos y mitigar la dureza del camino.
En El Salvador escuchó que se formaba una nueva caravana y sin pensarlo dos veces dejó todo y se unió al grupo. Su sueño es trabajar de forma digna, llevar dinero a su casa y si se puede algún día llevarse a su familia a otro país.
“Para vivir se sufre” dice el joven que usa una gorra negra para protegerse del sol. En una bolsa transparente guarda los cigarrillos que vende. En la Caravana ya lo conocen, incluso los clientes lo llaman con un silbido y de inmediato José corre para ofrecer su mercancía: cigarros de cajetilla roja o negra.
Diariamente compra entre 8 y 10 paquetes de cigarros que vende sueltos. Uno solo cuesta dos pesos y aunque es más popular la promoción de tres por 5 pesos.
A diferencia de sus compañeros de viaje quienes al llegar a un albergue de inmediato se duermen por lo cansado del trayecto, José Vidal busca la tienda más cercana, compra los cigarros y comienza a vender. Para él los descansos serán cuando logre su objetivo de llegar a los Estados Unidos.
Vender cigarrillos fue lo más rápido que pudo ingeniarse para sobrevivir, y le ha funcionado porque ya lo ubican entre los mil 500 migrantes que integran la segunda Caravana como el “vendedor estrella de cigarros”.
“Este camino se sufre, lo más importante es llevar pesitos” insiste José Vidal a modo de consuelo pues le gustaría también descansar y dormir cada que el grupo hace una escala. Pero no tiene otra opción porque debe guardar dinero para continuar su camino.
Viaja solo, su esposa y su hijo menor de edad se quedaron en su país pero no quiere regresar sin tener un empleo seguro y digno.
“Allá no hay nada, me refiero a El Salvador, o eres mara o mejor huyes, y eso hice. Sé trabajar y soy fuerte, allá a los jóvenes no nos reconocen, allá nos ven feo, me duele dejar a mi familia pero ellos saben que es por una mejor vida”.
José Vidal añora conocer Ciudad de México que sólo ha visto por televisión. Es la primera vez que abandona su país pero avanza con ánimo, se ha hecho de amigos con los cuales ha creado una red de apoyo, se cuidan los unos a los otros y son inseparables.
Viaja con una mochila al hombro, una botella de agua, dos playeras y dos pantalones. Nunca se imaginó tocar tierras mexicanas aunque era su mayor anhelo. Llegar a México le dio esperanza porque su sueño, dice, está por cumplirse.
Listo para cruzar Oaxaca, donde la Caravana hizo una escala, ha comprado sus paquetes de cigarros para vender en el camino. No cuenta los días que han transcurrido para evadir a la nostalgia. Prefiere, en cambio, concentrarse en el sueño de cruzar la frontera norte y cruzar a Estados Unidos.
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