– El reloj marca las 9:00 de la mañana, cuando un autobús procedente de la ciudad mexicana de Tapachula, arriba a Corinto, en la frontera de Honduras con Guatemala. Es el primero del día con menores de edad y sus familias, retornados tras fracasar en su intento de coronar la ruta migratoria y llegar a Estados Unidos.
En el bus hay 19 niños y niñas de entre 5 y 12 años, seis mujeres y siete varones, todos familiares. Su destino es la cercana ciudad de San Pedro Sula, donde en un albergue gubernamental instalado en julio les censan y les dan una bolsa de alimentos y una pequeña cantidad de dinero para que vuelvan a sus lugares de origen. Las autoridades prohíben a los periodistas entrevistar, fotografiar o filmar a los menores.
Pero sí pueden subir al autobús, recorrerlo y observar rostros infantiles agotados y tristes, o en algunos casos ajenos a lo que sucede. Mientras, sus padres o sus parientes agachan la mirada para ocultar su pena, su derrota y su impotencia.
Este día, por la aduana de Corinto ingresan cuatro buses con emigrantes deportados, dos con menores y otros dos solo con adultos. Suman 152 personas. El flujo es diario, salvo en el caso de los menores, que solos o acompañados llegan los lunes, miércoles y viernes.
“Los buses traen un promedio de entre 30 y 38 personas”, explica a IPS la voluntaria Yahely Milla, del equipo de la Cruz Roja. Detalla que “esta deportación masiva de menores empezó en abril” y que en mayo y junio, cuando estalló en Estados Unidos la crisis humanitaria de los niños y niñas centroamericanos, llegaron hasta 15 buses diarios.
Nota Original: Masivas Deportaciones no rompen sueños migratorios de Hondureños