El gobierno mexicano asfixia recorrido migrante


abril 14, 2015

El cerco policiaco que se instaló alrededor del Viacrucis Migrante para evitar que avance hasta la Ciudad de México tiene en jaque a los participantes: la capacidad del albergue de Ixtepec está rebasada, la comida y el agua empiezan a escasear. Pero la consigna sigue: avanzar en demanda de seguridad para los centroamericanos.

Por: Ximena Natera

El gobierno mexicano asfixia recorrido migrante

The Mexican government suffocates the immigrant´s journey

El cerco policiaco que se instaló alrededor del Viacrucis Migrante para evitar que avance hasta la Ciudad de México tiene en jaque a los participantes: la capacidad del albergue de Ixtepec está rebasada, la comida y el agua empiezan a escasear. Pero la consigna sigue: avanzar en demanda de seguridad para los centroamericanos.

Por: Ximena Natera

El cerco policiaco que se instaló alrededor del Viacrucis Migrante para evitar que avance hasta la Ciudad de México tiene en jaque a los participantes: la capacidad del albergue de Ixtepec está rebasada, la comida y el agua empiezan a escasear. Pero la consigna sigue: avanzar en demanda de seguridad para los centroamericanos.

Por Ximena Natera

Ixtepec, Oaxaca.- El golpe más grande de calor llega con la noche. El sol desaparece del cielo pero el calor acumulado de sus rayos se concentra en las paredes, en el piso, en el aire, en los espacios vacíos entre el cuerpo y la ropa.

Cuando llega la noche, las primeras horas de oscuridad son una tortura. Pareciera que el aire, denso y húmedo se mueve con dificultad y cada respiro de la pasta caliente sube la temperatura por dentro. A diferencia del día, donde los 43 grados centígrados se combaten bajo las sombras y sus corrientes de aire frescas, la sofocante oscuridad llega sin dar alternativas, no hay sombras que perseguir o corrientes que atrapar.

Hoy lunes 13 de abril es el día 23 del Viacrucis Migrante en Ixtepec, Oaxaca. La procesión lleva detenida 9 días en el albergue Hermanos en el Camino, después de recorrer los 378 km desde la frontera con Guatemala.

Afuera, la ciudad es sitiada por operativos de migración que buscan impedir que los migrantes y defensores de derechos salgan de la región y continúen hasta la Ciudad de México su demanda de seguridad y respeto a los derechos humanos. Aquí, en el albergue, el agua y las provisiones escasean y con cada día que pasa la incertidumbre crece.

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 Bajo circunstancias normales, el albergue llega a mantener un promedio de 80 personas al día, muchos de ellos con estancias largas que acompañan sus procesos de regularización o denuncias penales.  Ahora, con 400 migrantes, su capacidad está rebasada.

Sólo queda esperar sentado, aunque el espacio libre en el piso caliente no alcanza.

El blindaje policiaco de la zona implementado por el Instituto Nacional de Migración es la razón principal de la sobrepoblación en el albergue. Sin posibilidad  alguna de abordar el tren o salir de la zona a pie o en transporte colectivo, los migrantes que logran llegar a este remanso están sentenciados al encierro. Cualquiera que salga se dirigirá directamente a una deportación exprés.

Los efectos del blindaje por el Viacrucis se suman a los del Plan Frontera Sur Segura, un programa implementado por el gobierno federal que refuerza la vigilancia policiaca y militar en la zona sur del país, puerta y entronque obligado para los que buscan el norte, y que en los 8 meses desde su implementación, según organizaciones de derechos humanos, la violencia contra migrantes se ha incrementado hasta un 90 por ciento.

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 El día inicia con la voz de la Madre Leo en los altavoces.

“Buenos días mis amores”, dice cada mañana a las 8:20, en punto, aunque el sol y el calor hayan despertado a la mayoría un par de horas antes.

Algunos incluso usan de alarma al tren, que sin falta y rumbo al norte, pasa haciendo vibrar el piso a las 4:30 de la mañana. El mismo que en septiembre pasado, antes del Plan Frontera Sur Segura, significaba la llegada de nuevo migrantes, ahora sólo indica un buen momento para bañarse y lavar ropa, antes de que, alrededor de las 9 de la mañana, las últimas gotas de agua caigan hacia las reservas que serán usadas por lo que resta del día.

Media hora después, la voz de la madre vuelve a aparecer anunciando el desayuno y pidiendo orden en la fila que inicia en la puerta del comedor y termina unos cincuenta metros después, casi a la entrada del albergue. La sobrepoblación del albergue que ha provocado el bloqueo del Viacrucis Migrante por parte del gobierno mexicano, pesa sobre su rutina,  antes del medio día la voz dulce de la madre habrá sonado media docena de veces y su marcado acento español habrá pasado por diferentes estados de desesperación:

“Mis amores, por favor, recuerden que a partir de ahora ya nadie se puede bañar, es para mantener los baños limpios”; “Por favor, mis amores, repito que el agua ha dejado de caer, no la desperdiciemos”; “Mis amores, les pedimos a todos los que no se han registrado a que pasen a las oficinas para que puedan recibir sus boletos de comida”; “He dicho que es tiempo de hacer el registro, por el momento no haremos llamadas a Estado Unidos, dejen de preguntar, habrá más tiempo en la tarde”; “Mis amores, creo que hay que tener bien claro que aquí todos tenemos responsabilidades, les voy a leer una fábula que habla precisamente sobre esto…”; “¡Devuelvan las plumas. Miren que esto no es una fábrica y yo me he quedado sin nada con que escribir!!”

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 Para el grupo de voluntarios y migrantes que funcionan como pilares para el mantenimiento del albergue, la situación actual es crítica. El viacrucis llegó en momento de sequía, por lo que el suministro de agua se ha disminuido a casi la mitad y los mensajes dirigidos al ayuntamiento buscando un alivio al asunto del agua no han sido respondidos.  Uno de los primeros mensajes que la madre Leo dirigió al nuevo grupo de inquilinos hace ya más de una semana fue la recomendación de utilizar sólo uno de los dos tiempos al día, mañana y tarde, disponibles para lavar y bañarse. Ahora, obtener agua después de las 4 de la tarde es imposible.

“Si esto sigue así, no llegamos a las 2 semanas” dice preocupada Sara, una voluntaria española, “No hay manera en que podamos mantener comida en los platos de todos por mucho más”.

El jueves 9 por la mañana, una camioneta pick-up entregó al albergue media tonelada de verduras viejas y podridas. 20 voluntarios pasaron toda la mañana y parte de la tarde espulgando y limpiando las verduras hasta dejar 15 cestos de comida lista para usar.  El equipo de encargados de la cocina, dos voluntarias, tres hondureños y una monja, trabajan bajo presión de 6 de la mañana a 10 de la noche, intentando insertar en sus rutinas mil 200 raciones extras de comida al día.

Aparte de las horas de la comida, a las 9 de la mañana, 2 y 8 de la tarde, no hay muchas otras maneras de medir el tiempo dentro del albergue, que parece que no avanza. Al registrarse, todos reciben un vale que pueden canjear por juegos de mesa, las filas para ser el retador en las damas chinas y el ajedrez nunca se vacían. Fuera de eso fumar y conseguir agua que beber son los pasatiempos oficiales.

Agua, porque si no uno se desvanece y fumar, porque sí.

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Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor y la siguiente frase: “Este trabajo forma parte del proyecto En el Camino, realizado por la Red de Periodistas de a Pie con el apoyo de Open Society Foundations. Conoce más del proyecto aquí: enelcamino.periodistasdeapie.org.mx



Ximena Natera

Soy aspirante a la buena imagen, a la buena crónica, a la buena historia, soy aspirante al buen periodismo. Las historias de horror, miedo e injusticia que vimos y escuchamos a lo largo del camino me dejaron un hoyo en el estómago, la única manera que encuentro para cerrarlo es compartir estas mismas historias una y otra vez, con la esperanza de que la indignación se propague y, como dice el periodista Oscar Martínez, contribuya a iluminar poco a poco las esquinas oscuras.