“Necesitamos hacer de México un país santuario”, dice Alexandra Haas, presidenta del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), al terminar la toma de protesta de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. La rodean defensores de derechos humanos, investigadores de migración y miembros de organizaciones que defienden a los migrantes.

Todos están en el último piso de las oficinas del Conapred, en la Ciudad de México, donde se instaló un Cuarto de Paz, un espacio desde el que se hace frente, a través de las redes sociales, a los mensajes de odio que la toma de protesta puede suscitar.

La idea es que la comunidad latina en Estados Unidos sepa que tiene el apoyo de un amplio entramado de organizaciones civiles en ambos lados de la frontera que hacen frente a la discriminación y sus diferentes tipos de violencia.

El mensaje es necesario, la comunidad latina parece estar llena de miedo por la promesa que Trump, ahora presidente, lanzó durante la campaña: deportar a más de 3 millones de migrantes indocumentados.

“Lo que más atemoriza a la población de migrantes mexicanos en Estados Unidos, es ser deportado y tener que regresar a una realidad de la que habían escapado hace 30 años, en la cual, el panorama de oportunidades es igual o peor”, explica Leticia Calderón Chelius, investigadora del Instituto Mora.

Para las personas que viven del otro lado de la frontera, esta toma de protesta puede significar un cambio radical en su estilo de vida.

Este es el momento ideal para generar sensibilidad en la clase política, a lo largo de los años, no ha tomado en cuenta a los 300 millones de mexicanos que viven al norte de la frontera, asegura José Manuel Valenzuela Arce, fundador del Colegio de la Frontera Norte.

Mientras tanto, los directores de albergues de migrantes en el país se preparan para recibir grandes cantidades de personas provenientes tanto del norte como del sur.

Andrea González, del colectivo de defensa de migrantes Ustedes somos nosotros, espera que el número de migrantes comience a aumentar en las casas de migrantes, tanto por los que llegan y por los que se van. “Debemos estar muy atentos para ver cómo hacemos para luchar contra este discurso de racismo. La gente se va a empezar a quedar aquí”, asegura.